CREDITO:
Alberto Aguirre M.
Desde su paso por la Plaza de Armas, en
Toluca, Enrique Peña Nieto recibió el respaldo de los afiliados al Sindicato
Mexicano de Electricistas. Esa organización gremial, proscrito por un decreto
panista, contaba con los recursos para resistir el resto del sexenio
calderonista. Y a la hora de apostar o por el obradorismo o el proyecto
político mexiquense, Martín Esparza optó por alejarse del movimiento
progresista y de Marcelo Ebrard, quien nunca pudo cumplir con su promesa de
contratar a los obreros de la extinta Luz y Fuerza del Centro.
Esparza no se equivocó, a pesar de que
el alud de reformas estructurales de los primeros meses del sexenio peñista
acongojaron al sindicalismo independiente. Las demandas del SME fueron
atendidas en las mesas conciliadoras del Palacio de Covián, no en las oficinas
del secretario Navarrete Prida.
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